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“Estas becas permiten cumplir un sueño a personas que no contamos con recursos”

Cali, 27 de octubre de 2014. “Estas becas permiten cumplir un sueño a personas que no contamos con recursos y lograr el crecimiento personal y profesional que de una manera directa se puede plasmar en las comunidades indígenas”. Nora Beatriz Mensa tiene 25 años, acaba de graduarse en Psicología por la Universidad Javeriana de Cali y es madre de una niña. Vive en el departamento de Cauca, en la zona andina del suroccidente de Colombia, donde habita parte del pueblo Nasa.

Nora Beatriz es una de las jóvenes que se han beneficiado del programa de becas étnicas para indígenas y afroescendientes que la Fundación Internacional Baltasar Garzón (FIBGAR) lleva a cabo en Colombia. FIBGAR firmó un convenio con la Universidad Javeriana de Cali para fortalecer la participación de grupos étnicos en el sistema de educación superior. Específicamente, otorga una beca de manutención a los estudiantes de grupos étnicos que reciben beca académica por parte de la universidad.

Entre sus objetivos, estas becas pretenden fomentar el proceso de empoderamiento de las nuevas generaciones indígenas. “La experiencia universitaria me brindó una oportunidad que permitió adquirir mayor responsabilidad y compromiso”, afirma Nora, quien también destaca el “crecimiento personal” que ha obtenido con su paso por la universidad. Además del acompañamiento económico, las becas incluyen un seguimiento de los becados a nivel general, socioeconómico, familiar y académico. Nora también señala la importancia del proceso de seguimiento de los estudiantes “porque a lo largo de la carrera nos encontramos algo diferente y tener un apoyo de otras personas que conocen nuestro proceso nos brinda seguridad y confianza”. Ella es una de los siete estudiantes que se benefician de estas becas pero según cuenta, “hay muchos jóvenes que están motivados a presentarse a esta beca porque, aunque no tienen la posibilidad de pagar la matrícula, tienen las ganas de superarse y vincularse a este tipo de programas”.

Como explica Nora, el acceso a la educación superior por parte de los jóvenes indígenas es esencial para el desarrollo de sus comunidades: “considero que un profesional de cualquier disciplina puede aportar a mejorar la calidad de vida de los comuneros, trabajando y fortaleciendo las tradiciones”. Nora, que ha sido madre mientras estudiaba, no deja de lado la importancia del papel de las mujeres en sus comunidades más allá de ser madres, por el hecho de tener una familia no debemos dejar de lado nuestro proyecto de vida”, asegura.

El objetivo de estas becas también incluye favorecer la construcción de una sociedad más justa y menos discriminatoria. En especial, la creación de un espacio académico de interlocución entre las diversas culturas que habitan e interactúan en el suroccidente colombiano, para que sea una nación no sólo respetuosa con la diversidad étnico-cultural sino incluyente en sí misma. Nora cuenta que el día a día en la universidad era agradable, que sus compañeros y profesores valoraban su esfuerzo y colaboraban con ella, sin embargo, otros compañeros no mostraron interés “en cuanto a que las comunidades indígenas manejan un cosmovisión distinta” de la suya. A pesar del trabajo, el proceso de adaptación no fue sencillo, “al principio fue un poco duro porque el entrar a conocer gente que generalmente habla de marcas y de viajes creí que ese no era mi mundo, pues yo vengo de una familia que básicamente tiene lo necesario y en donde la humildad y el respeto son valores esenciales”, explica. Con todo, Nora consiguió dejar atrás ese “sentimiento de inferioridad” y encontrar personas que eran más “sencillas” y con las que el entendimiento era mayor.

Uno de los principales problemas que encuentran los estudiantes indígenas al llegar a la universidad tiene que ver con el cambio de entorno. Muchas familias tienen algún reparo hacia que sus hijos vivan en la ciudad, “se piensa que en las grandes ciudades van a existir más peligros y se va a estar más vulnerable porque no deja de ser un territorio nuevo”, confirma Nora. Ante la idea de que existiesen centros universitarios más cercanos a las comunidades indígenas, Nora parece no tener dudas, “los y las jóvenes tendríamos más posibilidad de acceder a la educación sin tener que hacer desplazamientos y abandono de costumbres”. En muchas ocasiones, este motivo marca la decisión de seguir con sus estudios o quedarse en la comunidad.

Nora Beatriz también nos habló de la importancia del retorno de los profesionales a sus comunidades y ella decidió llevarlo a cabo durante sus prácticas, que realizó en el colegio Madre Laura y en el programa ‘Despertar de las semillas’. El objetivo era desarrollar actividades con niños y consistió en “trabajar con padres y madres cuidadoras temas como manejo de autoridad, normas y límites, comunicación asertiva y estimulación” para mejorar el desarrollo de los más pequeños.

Sin duda, Nora es un ejemplo de los efectos positivos del acceso a la educación superior por parte de jóvenes indígenas y de programas como las becas de la Fundación Internacional Baltasar Garzón. Cuando hablamos de futuro Nora lo tiene claro. Le gustaría trabajar en el campo de la psicología educativa, “quisiera, si existe la posibilidad, poder continuar mis estudios enfocados en los niños y en la familia, porque considero que esta es la base de la sociedad”, asegura.