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FIBGAR organiza un taller teatral protagonizado por mujeres víctimas de trata en colaboración con APRAMP

La trata de seres humanos es uno de los macrocrímenes menos visibilizados de nuestra sociedad. En España, estos canales se utilizan, sobre todo, para la explotación sexual de mujeres, lo que dificulta aún más la identificación del problema y su discriminación respecto a la prostitución voluntaria.

Fibgar, a través de su departamento de Cultura, utiliza las herramientas artísticas para crear debate y concienciar sobre este problema. El objetivo: potenciar la posible transformación de esta realidad, enfocando una acción directa sobre las víctimas y otra indirecta, para motivar una disminución de la demanda de seres humanos para su explotación.  

8 víctimas de trata sobre el escenario

Junto con APRAMP (Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida), Fibgar organiza los talleres teatrales, que se proponen dar una visibilidad mayor a la trata de personas e identificar qué papel estamos jugando en su silenciación.

Tras un profundo trabajo de documentación e identificación de necesidades en el colectivo, se ha cerrado un grupo de ocho mujeres víctimas de trata de distintas nacionalidades, dos de ellas menores. Con ellas tiene lugar cada semana el taller teatral, en la Sala Intemperie de Madrid (calle Velarde, 15), un lugar estratégico, pues permite integrar el proyecto en el propio barrio que acoge a la sede y las actividades de APRAMP. 

Desde el 17 de octubre y hasta el próximo mes de junio, en estas jornadas se trabajan dinámicas teatrales que conducen a la investigación de grupo. A través de distintas técnicas como lenguaje teatral, voz, cuerpo o improvisación, Natalia Díaz, responsable del área de Cultura de Fibgar, dirige las sesiones a las que más adelante se incorporarán dramaturgos que darán seguimiento al laboratorio, en paralelo al comienzo de la fase III.

El proyecto finalizará con esta fase III en la que se creará una dramaturgia que estará abierta al público, con debates posteriores y la participación de asociaciones de víctimas y abogados de Derechos Humanos, y una fase final pedagógica, con un trabajo en red con jóvenes de entre 15 y 17 años.